Foto: José Ángel Miyares Valle
"LA POBREZA Y FALTA DE CARIÑO ACORTA
LA VIDA."(José Ángel Miyares Valle.
Es de lógica, al no poder medicarse
y comer peores alimentos, padecer más frio y calor , gripes incurables
junto a otras enfermedades, lógico que la vida se acorte para las personas
pobres que van a ser muchas , pero eso la sociedad
materialista no le importa, pues las personas mayores, enfermas, no son
rentables para la sociedad, al no considerarles otros valores, como antes
se decía la experiencia y los consejos ¿Quién tiene tiempo para escuchar a una
persona mayor en una sociedad de vértigo?
Se ha
perdido el sentido de familia, aquella donde lo habitual era el respeto y lo
que decían los abuelos, cúmulo de la experiencia y saber por su edad, iba a
misa, se les pedía consejo y siempre eran sosegados y acertados, nunca te
llevaban a cometer error y, abuelos entrañables que nos contaban cuentos al
calor de la cocina de leña en las noches largas de invierno, mientras la tormenta gemía a través de las gritas de
las viejas puertas y a la luz de un candil o carburo, escenario cálido de amor
familiar. Aquellos que tuvimos la suerte de nancer en una casa humilde de un
pueblo donde no había llegado la luz eléctrica, entre montañas, donde las estrellas
y la luna llena te acompañaba por los caminos
angostos en las noches de esbillas o
esfoyazas. Allí donde los vecinos bien avenidos, una vez realizadas las tareas
del día , se reunían para quitar las hojas a la mazorcas del maíz o enristrarlas.
Los niños jugábamos a escondernos debajo de la fuella u hojas, mientras los
jóvenes se hacían requiebros o se cortejaban bajo la mira atenta de padres y
abuelos que charlaban animadamente de sus vacas ,ovejas, cabras, siembras o de
la inclemencias del tiempo.
Un vez
terminada la tarea, derribado el montón de maíz, convertido en riestras o
ristras de mazorcas que se colgarían al día siguiente en la tanobia o corredor
del hórreo para secar, por los hombres más duchos en el arte de enristrar, se pasaba
a disfrutar de la garulla que era una especie de degustación de licores, sidra
dulce, nueces, avellanas, casadielles, (parecido a empandilla), castañas asadas
etc.
No entrada
mucho, la noche y terminada la ayuda vecinal, emprendían el regreso de las familias a sus
respectivos caseríos por caminos peónales o caminos sólo para personas entre
risas y requiebros de los jóvenes y el guirigay de los niños a la luz de los
faroles, mientras la helada blanqueaba los campos, los perros ladraban en la
lontananza y las estrellas tiritaban en el limpio cielo.
Vemos
ahora muchos de nuestro mayores en residencias, arrojados de nuestro cariño,
olvidados, tristes, esperando el día de su muerte donde serán llorados y cargados de flores, coronas y de cintas con
muestra de cariño ficticio ¡cuánto hemos perdido como personas humanas y amor a
nuestros mayores, qué nos lo han dado
todo¡
No es un
cuento, es un homenaje a mis mayores, es mi vivencia, así lo viví y así lo
escribo.
José Ángel Miyares Valle
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