Cae la tarde en la ribera del río Órbigo,
un caminante solitario va por el camino polvoriento
seperteante de la orilla perdiéndose
en la espesura de la frandosa chopera.
Los últimos rayos del sol peinan sus siluetas,
la suave brisa de la tarde sisea entre las hojas.
Murmullos de juguetonas cascadas
acompañan al ensimismado deambulante.
Olores a heno,a madera cortada
mientras de la viejas espadañas llegan notas
de la vetustas campanas anuciadoras
de la dura huella de la vida que deja el tiempo
en el peregrino hacia el destino incierto.
Soledad de la tarde tranquila
que va dejando paso el día a la noche
como la vida a la muerte,
el presente al recuerdo,todo es camino...
un paso primero otro después
un suspiro y otro... pero todo queda.
¡No eches la vista atrás para ver el camino
que nunca de la misma forma volverás a pasar¡.
Se va el día ,la mañana,
la tarde, la noche,la vida.
Se queda la materia, la tierra
las rocas,las montañas,los valles,
el sufrmiento,el llanto,la muerte
Mas a tu lado río Órbigo
están los recuerdos ,los sueños,
las ilusiones de mi juventud.
En tu abrazo sentí el aliento de la muerte,
una tarde del mes de junio,
siendo adolescente, en el baño vespertino.
No te guardo por ello rencor
pero si respeto,
admiración por tus aguas aparentemente tranquilas.
Motivo de poesías y de arrullos de enamorados,
sosiego de pescadores y pastores,
Celestina de clandestinos amoríos,
melancolía de la tarde,susurro de amantes,
torbellino de pasiones,canto de ilusiones.
¡Rio Órbigo¡, encuentro de ninfas y faunos
lira de los dioses,
refugio de alondras y ruiseñores
y siempre trono regio de los dioses,
cuerno de abundancia de la vega
y tierras agrestes del Páramo.
¡A tu lado aprendí a amar la vida¡
Autor:José Ángel Miyares Valle
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